A los diez años entré en un centro de “minyons escoltes” (Boy scout). En aquella época tan solo éramos unos trescientos, en Cataluña, y unos pocos creo que en Valencia, y cuando los falangistas nos encontraban en la montaña nos perseguían y debíamos escapar por piernas. Ya sé que esto no viene a cuento de la historieta, pero de los amigos que hice en aquel tiempo, y que aún conservo, tan solo yo he seguido una profesión “poco seria”, el dibujo de historietas. Los demás son un psiquiatra, un abogado y diversos empresarios. Naturalmente las anécdotas de mi vida son singularmente distintas a las suyas, aunque comparto con ellos que, a los quince años, editamos la primera revista de nuestra vida. Se llamaba “L’Esforç” (Esfuerzo), y la imprimíamos en una destartalada copiadora de ciclostil que debió crear problemas en la vista de más de un lector.
Si quisiera explicar ahora todas las anécdotas que me han sucedido no tendría espacio suficiente en todo un Blog: intentaré contar, tan solo, las relacionadas con mi profesión y, específicamente, con alguna de las historietas que dibujé.
Seguramente la más curiosa de todas ocurrió mientras publicaba Jan Europa, en Editorial Bruguera. Me llamó por teléfono una de las secretarias para decirme que un chico de Sevilla quería hablar conmigo, y ella, como hacían siempre, no le daría mi teléfono sin mi consentimiento. Naturalmente le dije que no había ningún inconveniente y poco después hablaba con el interesado, que tenía un fuerte acento andaluz. Un amigo suyo vendría con él a Barcelona poco después y me pedía si podría recibirles, pues su amigo tenía un enorme interés en conocerme para hablarme de Jan Europa. Días después, un domingo de principios de verano, se presentaban en casa los dos. El que me había llamado era una persona normal, que me pareció algo nerviosa: el otro, el que en realidad tenía interés en conocerme, era más extraño. En cuanto entraron en mi estudio y me disponía a enseñarles algunas páginas de las que yo creía su personaje predilecto, me dijo: “Mire uzte, a mí la historieta no me importa na, lo que paza ez que, tanto uzte como yo zabemos que too ezto que dibuja en ezta revista ez verdá: loz “iniciaos negros” y “loz Guardianes del Poder” existen de verda”. Yo quede boquiabierto, pensando en primer lugar, que era un bromista; pero después, a medida que él me aseguraba que “sabia a ciencia cierta” que todas aquellas historias no me las había inventado, sino que eran la pura realidad, y que no había querido hablar por teléfono, y había venido a Barcelona para poder hablar directamente conmigo, pues su teléfono, y seguramente el mío, estaban intervenidos y era la única forma de poder hablar sin ser vigilados. Yo seguía con la boca abierta mientras el amigo que le acompañaba empezaba a darse cuenta de que allí había un chalado: lo que aún no sabia, a ciencia cierta, era si el chalado era su compañero o yo.
Intenté, por todos los medios, convencer a aquel chico de que aquellas historias eran pura invención, pero cuanto más insistía yo, más se obcecaba él en sus ideas: los “iniciados Negros” existían, a él hacia tiempo que le perseguían, y a mi seguro que me vigilaban, y si no lo hacían seguro que yo algo debía ocultar...
Y cuando vio que yo seguía diciéndole que tan solo era una historieta, se marchó mascullando maldiciones acompañado de su avergonzado amigo. Nunca más supe de él.
Pensándolo mejor, y viendo como marcha el mundo actualmente, estoy empezando a dudar seriamente. Si alguno de vosotros ha leído Jan Europa, recordará que “los Iniciados Negros” son una secta del Mal, formada por políticos, militares, financieros y gente que ostenta el poder en todos los campos. Si actualmente tuviera que escribir nuevos guiones no dudaría en incluir entre ellos a políticos, que todos conocemos muy bien, que invaden países en busca de armas de destrucción masiva inexistentes. Tal vez aquel chico no era tan chalado: tal vez el chalado era yo. Voy a mirar mi teléfono, pues a veces oigo extraños ruidos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si quieres, puedes dejarme un comentario.