Hace un tiempo conté la anécdota del primer viaje que hicimos a Ámsterdam, los dibujantes de nuestro país que trabajábamos para la revista Tina, y que en la cena con los editores, debido a tanta risa y el esfuerzo para no lanzarle a la editora sentada frente a mí, la sopa que tenía en la boca, me salieron un par de mocos que vio todo el mundo en aquel restaurante, y me avergonzó de por vida (Mi vida en Bruguera, capitulo 7 – Creaciones Editoriales). Pero no fue esto solo lo que me sucedió aquella noche.
En mis años de profesión dibujando historietas, mis personajes han sido expertos pilotos, arqueólogos, karatekas, en fin, cualquier cosa que hayan realizado lo han hecho perfectamente. Quiero aclarar que lo he dibujado, creo que correctamente, pero en la vida real no he podido hacer nada de eso, tan fácil para ellos. Incluso en algo tan sencillo para todo el mundo como bailar, yo he sido un verdadero petardo. Para disimular mi poca habilidad en este aspecto, cuando era joven e iba a una discoteca, hacía una parodia de Fred Astaire, Gene Kelly o John Travolta. Esto puede costarte un percance óseo o de exhibición involuntaria, como me sucedió a mí.
Debo aclarar que los editores de la revista nos invitaron para celebrar el 10º aniversario de aquella publicación pues, desde que trabajábamos para ellos los dibujantes de Creaciones Editoriales, habían subido sensiblemente las ventas. Eran los años dorados del cómic, no había crisis y las revistas se vendían en tirajes de sesenta o setenta mil ejemplares semanales, como mínimo. (Las de Bruguera llegaron a editar doscientos mil ejemplares semanales de cada una de las revistas) Ya veis como han cambiado las cosas.
Después de cenar nos llevaron a una discoteca donde unas luces laser, o lo que sea, permitían ver a las chicas en ropa interior, (es posible que en nuestro país existiera algo parecido, pero yo no lo había visto). Esto es tan solo una curiosidad, y el final de aquella noche apocalíptica para mí no llegó hasta que volvimos al hotel Okura, donde nos alojábamos. Como he dicho antes, siempre he sido un pésimo bailarín, que suplía mi falta de habilidad haciendo el burro y moviéndome como si tuviera un ataque epiléptico. Por esto sucedió lo que voy a contar.
Después de lo ocurrido en el restaurante, y pasar unas horas bailando y meneando el esqueleto como un poseso, llegó el relax en el vestíbulo del hotel.
Los editores, y la mayoría de dibujantes, estaban sentados en unos sofás y sillones confortables y yo, de pié frente a ellos, cuando oí la voz de Margarita, la secretaria de Creaciones Editoriales, que me llamaba con una gélida sonrisa y la mirada perdida: “Edmond, mira para otro sitio, pero llevas la bragueta abierta…”
¡Ostia! Desde luego NO MIRÉ PARA OTRO SITIO, bajé los ojos rápidamente y vi que era cierto. Para rematar la noche, después del espectáculo que di en el restaurante estaba frente a los editores y redactoras, con LA BRAGUETA ABIERTA, como si hiciera publicidad de algún producto en oferta.
Después de subir la cremallera a la velocidad de la luz, busqué desesperadamente un lugar donde excavar un agujero para enterrarme y desaparecer. Los segundos parecían minutos y éstos horas. Supongo que, con los movimientos epilépticos que hice al bailar, la bragueta se abrió, pues os aseguro que yo no me di cuenta. Por suerte poco después terminó la noche, los editores se fueron a su casa y yo terminé en la habitación de Paco y Purita Campos que aún no han parado de reír con todo lo que me sucedió aquella noche inolvidable.
Ah, como he dicho al principio, he dibujado muchísimas historietas de caballos y jinetes expertos, también. La próxima semana explicaré mi experiencia real en el mundo de la equitación: lamentable y patético.
Bailar es todo un arte que el que yo tambien soy patetico. De hecho es que ya ni bailo. En cambio ver bailar a las chicas siempre esta bien. Je!. Por muy mal que lo hagan algunas pocas, siempre tienen esa gracia que embelesa.
ResponderEliminarTienes razón amigo Taradete. Yo ya no tengo edad para ir a la discoteca, pero cuando era joven era una verdadera desgracia y tenía que suplir mis carencias haciendo el burro.
ResponderEliminarUn abrazo y ¡Feliz Año Nuevo!