11 jul 2013

Pinceladas - La vida de mi madre - Capitulo 17 y Epilogo



Hice también el retrato al Dr. Vallvé valiéndome de una pequeña fotografía que yo misma le hice en su despacho, y el de su bella esposa la cual sí vino a posar. Ambos quedaron muy satisfechos. Yo, por mi parte, lo estoy de habérselos realizado.
Poco tiempo después el doctor Vallvé tuvo que operarme pues se me rompió el fémur derecho, precisamente el que me servía de más apoyo.
Cuando se me rompió yo estaba en la cocina preparando el desayuno a mi hijo. Un fuerte dolor y una rápida caída. No perdí el conocimiento, pero cuanto había a mi  alrededor desapareció y el espacio entero quedó lleno de flores de una belleza indescriptible. Lo primero que pensé fue: las flores que yo he ido pintando están ahí. Pero es que se llenó de flores la casa entera. Vino el médico de urgencia. Yo contestaba a sus preguntas con regularidad, pero el bellísimo espectáculo permanecía allí y duró hasta que vino la ambulancia y me llevaron a la clínica Corachán.
La operación fue difícil. El doctor Vallvé tuvo que enfrentarse con sus colaboradores que no apoyaban la operación. Los huesos estaban hechos añicos. No sé la razón; pero me dijo el Dr. Vallvé que tuvo que operarme colgada y él sólo cargó con la responsabilidad de mi vida. Eso no se olvida ni paga nunca. Eso es de un valor inapreciable y quiero que conste mi gratitud y mi admiración. De eso hace ya tres años. Ninguno de los médicos creía en que yo volvería a andar, incluso el Dr. Rotellar y su colaborador el Dr. Hernández. Ya no puedo hacerlo sólo con la ayuda de los bastones; pero sí con el andador: he colaborado sí con todo cuanto he podido y puedo. Y veo salir el sol y admiro la luna con su corte de estrellas. El Dr. Vallvé me dijo: “El ejercicio crea hueso”, y yo camino y casi a cada paso digo, y lo digo como una bendición: “Dr. Vallvé, hago hueso”, y resisto hasta que llegue mi hora.

¿Es voluntad esta capacidad de resistencia? ¿Es resultado del esfuerzo? Es Amor a la vida que lo envuelve todo. Y en este TODO están los médicos, que están conmigo, sin poder hacerme nada, pero sufriendo por ello y dándome la mano sosteniéndome.
El Dr. Vallvé me recomendó al Dr. Gomez Montoro, excelente persona de quién me siento también muy agradecida. Vivió muy de cerca mi problema cuando la rotura del fémur. La lenta y costosa etapa de mi recuperación fue vivida por él como médico y como amigo.
El proceso de mi enfermedad sigue el mismo curso: avanza, pero la voluntad de los médicos queda siempre reducida a la impotencia y yo, medio en broma y medio en serio, les digo: “Estoy como Gary Cooper en su gran pelicula, “Solo ante el peligro”.
Gracias por cuanto en su momento me ayudó. Ahora también el exceso de trabajo le agobia.
Después de la intervención mis pies volvieron casi a tener la malformación de cuando nací. Pero les quiero. A pesar de ello, son mi apoyo y mi ayuda, a veces un doloroso remedio. Pero ahí están protegiéndome, dándome cuanto son, como hago yo con la vida, a pesar de mis deformaciones, que son muchas.
Fui siguiendo tratamientos combinando la administración de calcitonina intranasal con ejercicios en casa y de recuperación que siempre hemos de suspender por el efecto que no es el deseado. Han seguido las épocas de infecciones renales en disminución desde que no ingiero calcitonina y he pasado épocas de profusas hemorragias nasales que han cedido también al suspender la calcitonina.
Debido a un vértigo muy acusado acompañado de dolores faciales difíciles de soportar me visitó el doctor Quintanilla, colaborador del Dr. Ferrán, y aconsejó una resonancia magnética cerebral cuyo resultado fue el hallazgo de un tumor cerebral benigno en la parte derecha y que influye en la atrofia y debilidad muscular del lado izquierdo y otros dolores; más insensibilidad y menos facilidad de movimiento. También el pie izquierdo se arrastra más y queda a menudo como pegado en el suelo. El Dr. Quintanilla había aconsejado algo de cortisona; pero el Dr. Rotellar se opuso a motivo de la insuficiencia renal y, por otra parte, tampoco lo permite el Dr. Vallvé por estar la cortisona tan contraindicada para la enfermedad de Paget.
Me hubiera satisfecho, y además lo creo lógico y necesrio, que los dos, el Dr. Vallvé y el Dr. Rotellar, hubieran estado en contacto. Pero siempre el mismo impedimento: el escaso tiempo. El doctor Quintanilla sí lo ha hecho, e incluso han llegado a conocerse personalmente y en mi propia casa. Para mi es un honor y un cálido reposo para mi espíritu: me siento amparada. El Dr. Quintanilla había venido con su amable esposa, a ver parte de los últimos cuadros que había pintado en el verano pasado. Les entusiasmaron y me aconsejaron y pidieron una exposición. “Eso hay que darlo a conocer”, decían. Prometieron volver y lo hicieron.
Y antes de las Navidades, más que agradecida por las múltiples atenciones del Dr. Rotellar le pregunte (creo que timidamente) si le complacería que le hiciese a él su retrato. Ante la sorpresa mía, su aceptación fue gozosa y sincera, tanto como mi alegría. Y fijamos fecha. Después de Reyes. Fue el mejor regalo que me podían dejar en mi zapato viejo. Y empezamos. El posaba como un ángel. Yo pinté con toda el alma. El retrato fue conseguido. Vió otros cuadros. Le llamaron mucho la atención los últimos que había hecho durante el verano. “Esto hay que darlo a conocer, hay que hacer una exposición”. Había coincidido con el Dr. Quintanilla.
Además de su entusiasmo, lo que me admiró a mi fue la verdaderamente fiel interpretación de casi todos los cuadros ante los cuales su entusiasmo iba en aumento. Añadió que hablaría con los dueños de una sala de exposiciones de Barcelona y vino la señora Gil que es quien se cuida de la sala Kreisler, muy simpática y amable. Ya al entrar preguntó por el retrato del Dr. Rotellar y la verdad es que quedó muy impresionada. Luego fue viendo los citados cuadros. “Son buenos. Difíciles porqué obligan a pensar. Pero son buenos y bellos. No son comerciales”. Haríamos una exposición antológica. Así se apreciaría la evolución del artista y de su pintura. “Vd. se lo piensa y hablaremos de las condiciones”.
Y fuimos. Hablamos de las condiciones, los meses que tenía disponibles no me eran favorables. Además la última exposición la había hecho en la sala Maite Muñoz que se me había quedado en exclusiva, se había realizado un mutuo lazo de amistad y de cariño y yo debía de comunicarselo a Maite Muñoz. Paquita Gil lo comprendió muy bien y así lo hice.
Y también Maite Muñoz vino a mi casa. Alegría y también gratitud. Y también me ofreció su sala. Se lo comuniqué al Dr. Rotellar, a quien la noticia satisfizo también y acepté. Y la exposición quedó concertada para el día 10 de febrero del año próximo. Y sigo trabajando.
Una petición del Dr. Rotellar no pudo ser desatendida por mi. Quería oírme tocar el piano y, a pesar de mis protestas por no poder ofrecer una audición como años atrás cuando mis condiciones eran mejores, no tan limitadas ni imperfectas, no hubo forma de renunciar. De modo que como el Dr. Quintanilla y su esposa también me lo habían solicitado, quedamos en una fecha determinada y nos reunimos todos. De ella surgió una petición en común. Que escribiera mi autobiografía. Ahí esta el motivo de lo que estoy haciendo. Dicho lo más lacónicamente posible pues, si la leéis, comprenderéis que no ha sido un trabajo fácil para mí. Tal vez un día escribiré una novela. Ahora estoy en paz.
Pero me han pedido mi autobiografía; que escriba yo mi propia vida. Y en ella he esbozado las partes más visibles de ciertas circunstancias. Hay una segunda etapa de mi vida que no me veo capaz de trasladar en una especie de acusación que no me parece ni digna ni necesaria. Además, hay luchas discontinuas, con momentos de reposo, de reconstrucción. Otras que el tiempo las endurece y se convierten en un estado constante. Ahí interviene de modo más decisivo la comprensión. Y nace una fuerza que se retiene por amor o por debilidad, no lo sé. Pero sí una fuerza superior que frena, acalla un grito de “eso no es justo” y contra la cual no se quiere luchar porque hay motivos justos para el silencio: un modo de amar.
En la vida de cada ser hay momentos elementales definitivos. Otros espiritualmente realizados. En la mía ha habido contactos de gran intimidad, digámosle roces con esta fuerza interior a la que podemos llamar el Yo o el Ser esencial. Y estos contactos, por ligeros que sean, son tan potentes que originan un cambio, una transformación de las circunstancias que establecen una norma existencial de nuestras vidas que exigen una nueva adaptación. Son pasos hacia la Unión y cada uno de ellos encarna una significativa mutación, un destacado giro, una notoria transición, con percepciones distintas, sensibilidades más acusadas, respuestas ajustadas con mayor rapidez, una reactivación de nuestras energías que acusan una notable capacidad de resistencia y de recuperación. Hay un “antes” y “después” de ciertas circunstancias que determinan puntos cruciales en el desarrollo de nuestras vidas y a partir de ellos nada queda en el mismo lugar.
El más reciente de estos puntos de contacto ha sido marcado por una larga, muy larga época, un prolongado período de sufrimiento intenso acumulado y que ha desembocado, por contraste, en una inesperada revelación. Hay un “antes” y un “después” de los cuadros realizados desde el verano de 1997 a la actualidad en 1998. Y unas energías nuevas, como anticipadamente contratadas, han sido diseminadas en el conjunto de mi ser, sembrando semillas de Vida en un prolijo atardecer. Y surge un nuevo impulso creativo, enaltecido por la relevante intervención de cuantos me han enriquecido con su ayuda y su confianza. Y siento un amoroso deber de cooperar con cuanto haya en mi de posibilidades positivas, a este arrullo bienhechor en que me siento envuelta.
Por ello y a todos, ¡Gracias!

E P I L O G O


A los posibles lectores de estas mis “PINCELADAS”, he de advertir que, a pesar de que se adivina en ellas la existencia de una vía, de un camino directo al desarrollo de una gradual expansión de la voluntad, del poder de la Mente, de la energía del Amor, no hay en ningún momento la orientación básica de un método que, de por sí, desenvuelva estas capacidades. Al igual que no hay dos formas iguales naturalmente creadas, (la clonación no ha resuelto la exactitud real) lo cual determina una ley universal de única intimidad, de excepcional vida individualizada, existe un camino uno para cada ser. Y este camino está únicamente al alcance de cada uno de nosotros, formando una unidad indisoluble e intransferible. ¿Cómo hallarlo? Buscando la Verdad a través de la verdad misma en nuestros sentimientos, pensamientos y acciones.
Por poco desarrollado que esté un ser humano, tiene una conciencia que avisa: “esto sí” o “esto no”. ¿O no la tiene? Entonces no es un ser humano. Porque la humanidad se distingue de otras formas de vida, de calidades distintas, precisamente por la posesión de esta conciencia que es, ni más ni menos que el “acuse de recibo” del conjunto de las experiencias que nos impregnan en el curso de nuestro paso por la vida.
En estos momentos gran parte de la humanidad vive sujeta al influjo de ciertas tendencias que, bajo nombres distintos y variados orígenes o heredados de antiguas costumbres y creencias, llevan la mente y las voluntades a caminos que contienen cierto grado de veracidad, o bien decaen y constituyen el establecimiento de sistemas de lucro o incluso transforman la difusión de la Verdad, en un sistema comercial. Si. Se comercia con el espíritu, se transforma en egoísmo lo que debiera de ser una dádiva espiritual.
El mundo, la vida moderna, vive inmersa en un “estrés”, vive cautiva de la velocidad. No hay tiempo para la reflexión. Tampoco lo hay para la lección aprendida paso a paso; nos incapacita del beneficio de la contemplación, del sabor de la belleza ofrecida tan generosamente en el jugueteo de las hojas de los árboles chocando unas contra otras mecidas por el aire o por el viento, de la intensidad de las sutiles vibraciones del goteo, de un arroyo o el bramido voluptuoso de las olas del mar embravecido o del dulcísimo arrullo del mar en calma. ¿Qué sabemos de las gotas del mar o de los corpúsculos de la atmósfera? Cruzamos las distancias a través de la velocidad y cuando empezamos a caminar hacia el interior ya esperamos la Iniciación o nos sentimos Iniciados. Debemos frenar nuestros pasos, mesurar nuestras ilusiones, aprender a esperar.
Algo muy importante y decisivo es el conocimiento de nosotros mismos. Somos una Vida y debemos confiar en ella. Somos una Vida y en nosotros está el desarrollarla, embellecerla, enriquecerla y dignificarla.
No hay que confiar en que Dios venga desde el exterior a despertar nuestro Yo interno. Hay que desvelar a Dios desde lo más profundo de nosotros mismos y liberarlo al Infinito. Este es el Reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura.
Hay que saber esperar, luchando y amando para establecer la Paz.



Onésima

Barcelona  14 de junio de 1998


                                               EPILOGO 2

El 6 de Junio de 2006 mi madre se cayó, al levantarse después de comer, y ya no volvió a andar. Hasta entonces lo hacía con dificultad, pero aquel día se rompió el fémur y el brazo izquierdo. Diez años antes se había roto el derecho y una semana después de la operación volvía a caminar. Esta vez no fue así. El doctor Vallve, el mismo que la había operado entonces, me dijo el último día que le vi, antes de salir de la Clínica Corachan: “lo único que podemos hacer por ella es darle una buena muerte”.
Yo sabía que mi madre no se rendiría con facilidad y busqué un médico que pudiera cuidar de ella. En el libro de su mutua médica encontré una dirección: Barcelona Geriatric Assistance.     
 Un par de días después empezó a venir a visitarla, y a cuidar de su salud, la doctora Mónica Font. Gracias a ella ha vivido seis años más, y ha llegado a ser para nosotros, no solo su médico, sino una de nuestras mejores amigas. Siempre le agradeceré el cuidado y el cariño con que la ha tratado durante este tiempo.
Parece una jugarreta del destino que mi madre terminara su vida de un modo tan parecido a como la empezó. Entonces estuvo cuatro años en un cochecito, sin poder andar hasta que la operaron. Ahora han sido seis años sentada en una butaca, sin andar, ni pintar, ni tocar el piano y, a partir del segundo año, sin poder escribir tampoco.
De pequeña le daba de comer Francisca, al lado del mar en Es Castell. Estos últimos años lo hacía yo junto al ventanal de la terraza desde donde veía sus queridas puestas de sol y las nubes seguían acompañándola como en su niñez.
Cuando recordaba aquellos años en el cochecito de mimbre azul lo hacía diciendo: “en él viví una vida entrañable, intensa, maravillosa, a la que me siento profundamente agradecida”. De ella he aprendido generosidad, que no hacen falta papeles ni contratos, que es suficiente la palabra dada. Tenía una fe inquebrantable en la vida y en eso que llamamos Dios. En eso yo no he salido a ella: ella era excepcional.
Cuando muere alguien tan querido es difícil aceptar esta pérdida y queda un vacio difícil de entender y llenar. La persona que nos deja se lleva también una parte de nosotros con ella, del mismo modo que ella sigue viviendo en nosotros.
 Gracias a todos los que habéis leído este pequeño libro con afecto.
Edmond




2 comentarios:

  1. Hola Edmond. El epílogo de la obra nos demuestra el profundo conocimiento de la vida que llegó a acumular y la bondad de trasmitir su experiencia. Me estoy enfrentando a algunos "baches" terrenales y al leer este hermoso relato me da energia para reafirmarme en ciertas creencias y conceptos que por elementales tal vez no lo considerabamos o lo desechabamos.
    Gracias Edmond por tu afecto al ponerlo al alcance de tus seguidores.
    Un fuerte y fraterno abrazo.

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  2. Hola amigo: Que haya personas a las que el libro de mi madre les guste es una alegría y un estimulo. Era una persona muy especial a quien hecho a faltar muchisimo. Tuve la suerte de que fuera mi madre y de tenerla conmigo hasta que se marchó, confio en que sea a un lugar donde tenga paz y alegría.
    Espero que tus "baches" se normalicen y que tu vida se llene de alegría también. Un abrazo y gracias nuevamente por leerlo.

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