Si quisiera explicar ahora todas las anécdotas que me han sucedido no tendría espacio suficiente en todo un blog: intentaré contar, tan solo, las relacionadas con mi profesión y, específicamente, con alguna de las historietas que dibujé.
Seguramente la más curiosa de todas ocurrió mientras
publicaba Jan Europa, en Editorial Bruguera. Me llamó por teléfono una de las
secretarias para decirme que un chico de Sevilla quería hablar conmigo, y ella,
como hacían siempre, no le daría mi teléfono sin mi consentimiento.
Naturalmente le dije que no había ningún inconveniente y poco después hablaba
con el interesado, que tenía un fuerte acento andaluz. Un amigo suyo vendría
con él a Barcelona poco después y me pedía si podría recibirles, pues su amigo
tenía un enorme interés en conocerme para hablarme de Jan Europa. Días después,
un domingo de principios de verano, se presentaban en casa los dos. El que me
había llamado era una persona normal, que me pareció algo nerviosa: el otro, el
que en realidad tenía interés en conocerme, era más extraño. En cuanto entraron
en mi estudio y me disponía a enseñarles algunas páginas de las que yo creía su
personaje predilecto, me dijo: “Mire uzte, a mí la historieta no me importa na,
lo que paza ez que, tanto uzte como yo zabemos que too ezto que dibuja en ezta
revista ez verdá: loz “iniciaos negros” y “loz Guardianes del Poder” existen de
verda”. Yo quede boquiabierto, pensando en primer lugar, que era un bromista;
pero después, a medida que él me aseguraba que “sabia a ciencia cierta” que
todas aquellas historias no me las había inventado, sino que eran la pura
realidad, y que no había querido hablar por teléfono, y había venido a Barcelona
para poder hablar directamente conmigo, pues su teléfono, y seguramente el mío,
estaban intervenidos y era la única forma de poder hablar sin ser vigilados. Yo
seguía con la boca abierta mientras el amigo que le acompañaba empezaba a darse
cuenta de que allí había un chalado: lo que aún no sabia, a ciencia cierta, era
si el chalado era su compañero o yo.
Intenté, por todos los medios, convencer a aquel chico de
que aquellas historias eran pura invención, pero cuanto más insistía yo, más se
obcecaba él en sus ideas: los “iniciados Negros” existían, a él hacia tiempo
que le perseguían, y a mi seguro que me vigilaban, y si no lo hacían seguro que
yo algo debía ocultar...
Y cuando vio que yo seguía diciéndole que tan solo era una
historieta, se marchó mascullando maldiciones acompañado de su avergonzado
amigo. Nunca más supe de él.
Pensándolo mejor, y viendo como marcha el mundo actualmente,
estoy empezando a dudar seriamente. Si alguno de vosotros ha leído Jan Europa,
recordará que “los Iniciados Negros” son una secta del Mal, formada por
políticos, militares, financieros y gente que ostenta el poder en todos los
campos. Si actualmente tuviera que escribir nuevos guiones no dudaría en
incluir entre ellos a políticos, que todos conocemos muy bien, que invaden
países en busca de armas de destrucción masiva inexistentes. Tal vez aquel
chico no era tan chalado: tal vez el chalado era yo. Voy a mirar mi teléfono,
pues a veces oigo extraños ruidos...
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